jueves, 17 de julio de 2008

¡ oveun oña zilef !

Conocí bestias. Bestias muy hermosas e infelices de verdad. Pero nunca una bestia así. Bestia de sabor a anetol o regaliz. Desprende rollos autobiográficos todo el tiempo. Sorpresa: a nadie le importa! Los conceptos son feos al terminar. Aburrido. La apreciación es tan pobre. Más pobre que la vida misma. La vida que se lleva. La vida de la bestia. Ahora entiendo por qué se ama tanto a la juventud y a la razón. Gracias. Pero ella es una bestia tétrica y, ahora repulsiva. Perdón, por favor perdón. Pero hoy me dio asco. Me restregué con jabón hasta que dolió. Tengo las marcas de mis propios rasguños en los hombros y en el vientre. Es que no quiero rastros de lo anciano. No quiero pistas de réplicas que se piensan reliquias. Intuyo que de vez en cuando rosean Lisoform. Me invade la angustia, a veces hasta la pena. Y la pena es el perfecto repelente. Todo cuadrado, quieto. Así la soledad es inevitable, claro! A esta bestia no la crean ni imponente, ni importante, ni imposible, ni impotable (la primera vez). Yo sé. A mi me consta. Esta bestia se muere sola. Rogando un exorcismo. Se muere sola en un cuarto oscuro y húmedo, donde apesta la miseria y descompone el Lisoform, aún a doce quilómetros de distancia.

No hay comentarios: