lunes, 9 de junio de 2008

12 excusas

Fui corriendo al encuentro de su cuello
Y me dio un abrazo
tan prometedor como la mañana.
Después sacó doce excusas de su bolsillo
que delicadamente, una por una, depositó

en el interior mis dos pupilas.
Me silbó al oído una melodía

tan escuálida como ensordecedora,
y mis dos tímpanos fastidiados y desangrados

salieron disparados
y rodaron como círculos inquietos hasta sus pies.


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1 comentario:

Anónimo dijo...

No hay nada peor que los abrazos vacios y las excusas punzantes, porque estas ultimas son las que le dan permiso a todas las maldades para que ocurran sin el consentimiento de uno...